Hoy ha venido a mi casa una amiga con el hijo de su nuevo novio. Eso de ir por ahí paseando al hijo de un tipo que conoces de poco mientras él está haciendo cualquier otra cosa me resulta raro, pero bueno, eso no es lo que más me ha llamado la atención.
El niño no creo que tenga más de siete años. Aunque no estoy seguro porque soy malísimo para esto de las edades.
Eran las 10 de la mañana, le ofrecí al chaval un Cola Cao y me dijo que prefería una Coca Cola. Al final, y viendo que no íbamos a llegar a un acuerdo, le he puesto un vaso de leche y un paquete galletas Marbú Dorada, pero de marca blanca “Margú Plateada”, es broma, no recuerdo el nombre, pero suena bien eso de Margú plateada. Esto me recuerda a las pilas que se compran en los chinos, esas que tienen nombres aparentemente “parecidos” a las marcas originales, Sonny, Penesonic, Durucell.
El paquete de galletas
me lo dio un amigo hace tiempo, por lo visto lo compró para sus hijas pero no
le gustan. Debo de parecer una persona que se come cualquier cosa, porque no es
la primera vez que entro en casa de alguien y salgo con comida que ellos no se
comerían ni aun entrando en guerra.
El niño ha pillado el
vaso de leche, ha metido por lo menos quince galletas dentro y las ha dejado
ahí hasta que se ha ido. Nota mental: Si viene otro día, hay que ponerle una
Coca Cola, pero no antes de escupirle en el vaso.
Mientras mi amiga me
contaba no sé qué mierdas de que está pensando en ir a vivir con el padre de la criatura, el
niño se ha acercado a un ambientador negro que tengo en un mueble del salón y
ha estado gritándole: ¡Alexa pon música!
Como tenga los genes
del padre, creo que mi amiga se está equivocando.
A los dos minutos se ha
cansado de gritarle al ambientador, pero luego ha vuelto y lo ha intentado con
otros parámetros. ¡Alexa cuentos!
Mientras mi amiga se
reía yo lo miraba como con cierta pena. Si no fuera por lo de la leche, le
hubiese dicho que eso era un ambientador, pero decidí dejar que lo siguiera
intentando. La selección natural ya se ocupará de él.
Ahora comprendo al
padre. Yo también le dejaría este niño a cualquiera.
Luego se ha tirado al
suelo y se ha arrastrado por ahí como si fuera una aspiradora Roomba. Cada vez
que encontraba algo, se levantaba y se lo daba a mi amiga.
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Toma, mira lo que he encontrado, una
pelusa. Toma, un trozo de uña de pie, Toma, una patata frita momificada con un
pelo enrollado.
Solo le ha faltado
sacar un algodón e ir por ahí paseándolo por todos lados diciendo eso de: “El
algodón no engaña”.
La próxima vez que me
llame mi colega, como venga con Mister Proper, le voy a echar dos Valium en la
Coca Cola, entonces sí que le va a costar distinguir entre un ambientador y la
Alexa.
La gente cambia mucho, a lo mejor acaba convirtiéndose en un Cousteau si es que por entonces existen los océanos.
ResponderEliminarNo sé si te has dado cuenta pero cada vez la tecnología es más nodriza y cuidadora de los
hijos.Todavía no sustituye su fabricación pero todo llegará y nosotros que no lo veamos.
Un saludo desde la Tierra.
No lo veo yo como un futuro Cousteau, pero quién sabe.
ResponderEliminarPersonalmente creo que la tecnología nos está volviéndonos más gilipollas e inútiles cada día. No me gusta la dirección que está tomando el mundo actual. No es que el de hace unos años fuera un paraíso, pero creo que era más...real. Un mundo donde la gente normal cogía una escoba y barría su casa, bajaba el maletero de su coche sin darle a un botoncito, los niños eran criados por sus padres, y la gente aparentemente normal era capaz de cocinar su propia comida sin tener a una pila de personas esperando en las cadenas de comida rápida para llevarles algo que comer. En fin, esto es lo que hay ahora.
Un saludo y gracias por tu comentario