Otros mundos, otros tiempos.

 

                                    Pabellón de los Descubrimientos de la Expo 92 de Sevilla. 18 Febrero 1992.

La Expo 92 fueron buenos años, me atrevería a decir que unos de los mejores de mi vida. Recuerdo ir a la exposición casi todas las semanas, era un chico afortunado, mi familia no era rica, pero tampoco éramos pobres. Tengo amigos que no la pisaron, amigos que se vestían con la ropa que yo no quería. Si para mi eran buenos años, para ellos no.

Yo iba a la Expo los jueves que era más barato. La gente con pasta tenía un pase para todo el año, hubiese sido fantástico tener uno de esos y poder ir todos los días un rato. Si volviese al pasado no se cómo lo haría pero me conseguiría uno de estos pases fuese como fuese.

Un día de suerte

 

Esto es una historia real, concretamente la de Adrián.

Adrián, 38 años y vecino de un barrio de Sevilla, estuvo cinco años estudiando para aprobar unas oposiciones de chófer. Aprobó pero no consiguió plaza. Tres años después lo llamaron para cubrir una baja de seis meses. Solo tenía que pasar el reconocimiento médico y listo. El hijo puta lo había conseguido. Había costado tiempo y esfuerzo, pero ya estaba hecho.

Memorias de un sofá

 

 

Dice la gente del pueblo, que hace algunos años vino una española joven a trabajar de friega platos en un hotel de aquí, en el culo de la Inglaterra profunda, y que en poco menos de cuatro meses se había follado a todo el pueblo.

Lo cuentan como si fuera algo malo, pero a mí me parece una proeza, algo cojonudo, algo digno de recordar y de admirar...incluso de envidiar.

Llegas a un sitio nuevo, te lo follas todo y te piras.

No creo que exista una manera mejor de llegar e irse de un lugar. Pero esto es un pueblo y la gente se aburre y habla, y pocas veces se suele hablar bien de los demás.

“Pueblo chico, infierno grande”. Un colega me dijo esta expresión, y me hizo gracia por la gran verdad que expresa.