¿POR QUÉ NO ESCRIBIR UN BLOG?

¿Por qué no escribir un blog?

Ilustración Luis Llacer @llacerart Hay tantos blogs en Internet que uno más no se iba a notar. Dudo que algo de lo que yo pueda contar ...

jueves, 24 de noviembre de 2022

El rescate


 

Es la segunda vez que en mi vida se cruzan las ardillas, la primera fue cuando alguien me dejó una muerta en el cubo de la basura a modo de regalo, y la segunda, esta.

Antes de nada tengo que decir que las ardillas no son animales que me caigan especialmente bien, y no es porque tenga algo personal contra ellas, para nada, me parecen animales graciosos y tal, pero me da la impresión de que no son muy sociables con los humanos, eso es un sentimiento que comparto con ellas. Pero además, tiene uñas afiladas y mala leche, y yo no dispongo de lo primero, por lo que prefiera estar lejos de ellas.

Hoy me he encontrado a una cría de ardilla mientras paseaba. Estaba recostada sobre un lado de una carretera, una carretera en medio de la nada, pero bastante transitada para lo perdida que estaba. El animalillo no tenía pinta de haber sido atropellada, pero estaba el lugar perfecto para serlo.

Si tuviera que dar mi versión de cómo había acabado allí, diría que fue arrojada del árbol cercano por algunas de sus colegas. Porque como he dicho antes, no creo que sean animales muy sociables, y estoy seguro que estas hijas de puta se llevan peor entre ellas que con los demás seres vivos. A los humanos nos pasa algo similar, puteamos a los demás animales del planeta, pero si tuviéramos que elegir a quien putear más, nos elegiríamos a nosotros mismos. Si te encuentras a un tío sangrando en medio de la calle, posiblemente el culpable es otro humano.

El caso, es que cuando pasé por el lado de la mini ardilla aún respiraba. La toqué con la punta del zapato, no se movió y me fui. No me gusta interferir en los planes de la madre naturaleza. Seguí a lo mio, que no era otra cosa que seguir pensando en cómo ganar dinero sin tener que trabajar, y que el clima de Inglaterra es una mierda.

Estaba a punto de encontrar la solución de como vivir sin currar, cuando una cosa que vamos a llamar “remordimiento” me apartó de esa iluminación y me dijo: ¿Tío, de verdad vas a dejar a esa mini ardilla solá muriéndose de miedo, frío y hambre?

A tomar por culo la iluminación.

Regresé, la volví a tocar con el zapato y siguió sin moverse, pero se veía que respiraba. La pobre estaba casi como el gato de Schrödinger, viva pero muerta a la vez. Ahora que lo pienso, en ese estado nos encontramos la gran mayoría de los humanos también. Qué de cosas en común tenemos con una ardilla medio muerta en la carretera.

Os juro que pensé en acercarla un poco más a la carretera y dejarla ahí para que la Pachamama en forma de Land Rover le pusiera punto y final, pero no pude, soy un humano débil. Me la tenía que llevar.

La opción de cogerla con la mano iba a ser que no, porque hace años leí en algún sitio que estos animales pueden transmitir el tétanos, mi enfermedad preferida. Posiblemente sea la personas con más vacunas de tétanos del mundo. Y aún así, sigo pensando que tarde o temprano moriré de esto.


Seguimos con lo de la ardilla y cómo recogerla del suelo.

No sé que hace la gente con las bolsas de plástico, pero lo que no hacen es tirarlas en esta zona.

Al final tuve suerte, y entre unos arbustos encontré una bolsa de esas que se usan para meter las mierdas de los perros, pero sin usar, gracias a dios y por el bien de la ardilla. Por cierto, tampoco entiendo que hace la gente recogiendo las mierdas de sus perros en medio de la campiña, pero en fin, aquí muchos enfermos mentales pasean a sus mascotas en carritos de niños chico y les parece de lo más normal. Cada loco con su tema.

Metí la mano en la bolsa, cogí la ardilla, le dí la vuelta a la bolsa, le hice un par de agujeros grandes para que pudiera respirar, y listo, ya tenía a mi amiga en formato take away.

Estaba a 45 minutos andando de mi habitación. Cada diez minutos miraba si aún respiraba. No es que tuviera una preocupación enorme a que dejara de hacerlo, pero pensaba que si ya es triste ir por ahí con una ardilla moribunda en una bolsa de mierda de perro, más triste sería llevarla muerta.

No sé qué hubiera pasado si me hubiera cruzado con algún conocido, pero...¿cómo se le explica algo así?

- ¿Qué haces tío?

- Pues nada, aquí dando un paseo con una ardilla muerta en una bolsa de truños. ¿Nunca lo has hecho?, esto relaja una barbaridad, deberías de buscarte tu propio cadáver de ardilla y probar.

El caso es que la campeona llegó viva a mi habitación. Bieeeeen. Emoticono de brazo fuerte. Si aguantaba un viaje de 45 minutos dentro de una bolsa de plástico era un ser medio inmortal.

Lo primero era buscarle un lugar seco y caliente y darle algo de comer.

En un acto de buenismo extremo, y porque pasaba de dejarle nada de mi ropa, rajé un cojín que pertenece a la dueña del piso, lo moldeé con la mano y metía a la ardilla dentro. En serio, tenía pinta de ser un sitio tan jodidamente cómodo y agradable, que si un día encuentro un cojín de mi tamaño, ya sé donde voy a dormir el resto de mi vida. Ahí en medio de algo blando y esponjoso que me proteja del mundo exterior.

La dejé en el cuarto y bajé a la farmacia. En mi inglés paupérrimo, intenté decirle a la farmacéutica de unos 85 años, un caimán auténtico, que necesitaba una jeringuilla grande para darle de comer a una ardilla bebé, y que no quería la aguja, porque solo iba a usar la parte bonita de una jeringuilla.

Contra más lo intentaba, más raro me miraba la señora.

Mi abuelo decía que hay que desconfiar de las personas que te miran por encima de las gafas. Mi abuelo era un tipo listo, un poco rebuscado por este tipo de teorías y tal, pero era muy inteligente.

Esta señora tenía las gafas a la altura de la barbilla. Estoy seguro que pensaba que yo era un yonki que se avergonzaba de serlo, y por eso iba por ahí inventándose historias de ardilla moribundas para comprar jeringuillas. Un yonki sin escrúpulos. Evidentemente salí de allí sin jeringuilla.

Creo que ya no puedo volver a esa farmacia y es la única del pueblo, pero no pasa nada, porque al final entré en el Tesco y compré una jeringa rosa que se venden para la repostería, tenía una pinta formidablemente buena.

Yonki 1- Farmaceutica 0

Pero eso sí, cinco libras de jeringa. Ya me estaba saliendo cara la ardilla, pero iba a salvarla, no sé cómo explicarlo, pero lo sentía, el bicho se iba a recuperar.

Entré en la cocina del bar donde curro, llené la jeringuilla de leche de cabra, pero con un éxito igual a cero, porque salió leche por todos lados menos por el pitorro. La cosa se complicaba, pero con un poco de cinta aislante podría funcionar. Estoy seguro que esto no hubiera pasado con una jeringa de farmacia. Me cago en el caimán.

Cogí a mi colega con mucho cuidado, la puse en posición, “vamos a tomarnos un chute de leche de cabra” y listo. La operación salvar a la ardilla había empezado. En pocos días ya estaría por ahí corriendo y comiendo bellotas bajo un clima de mierda.

Esa noche me desperté muchas veces para comprobar que estaba bien. Me acercaba a ella con la luz del móvil en modo noche para no molestarla, y me alegraba saber que aún respiraba, incluso había cambiado de postura. El interior del cojín estaba dando sus resultados. Tengo que buscarme uno de mi talla.

Lo que me quitaba el sueño no era solo saber cómo estaba la ardilla, era también el ser consciente de que mi primer acto fue dejarla allí tirada. En el fondo inmediato no soy mejor persona que los que no son buenas personas.

Menos mal que volví, porque me hubiese costado perdonarme.

A la mañana siguiente mi querida amiga estaba como una mojama, tiesa, muerta, fiambre. Fue una putada, pero bueno, mejor morir metida dentro de un cojín, que sobre una carretera mientras te cae el relente o te pisa un camión de basura con el volante en el lado equivocado. A veces la vida es una hija de puta, te pone en la casilla de salida, y de la misma manera te arranca de ella.

No sé, igual era intolerante a la leche de cabra y la palmó por eso, no tengo ni puta idea, igual hubiese sido más apropiado haberle dado leche de almendra. Esto de la intolerancia a las cosas cada vez es un tema más delicado. Ahora lo complicado es ser tolerante a algo. Comerte un bocata de jamón serrano con mantequilla y un vaso de cola cao ahora es un deporte de riesgo. Está el patio de todo un poco regular.

Esto pasó hace un par de meses, pero ayer me acordé de mi querida ardilla porque me encontré un tejón cerca de ese mismo sitio. Se ve que ese sitio es peligroso para cualquier animal que pase por allí, una especia de triángulo de las bermudas, pero en la campiña inglesa y solo aplicable a los animales que no llevan calzados. Gracias a dios, el tejón estaba más hinchado que un zepelín, por lo que no había dudas de que estaba muerto y podía dejarlo allí sin remordimientos, porque si llega a mover una pata, vuelta a empezar. Ahora mismo lo tendría metido en la cama tapado con el edredón de la dueña del piso, y harto de leche de cabra o almendra. Ahora que lo estoy escribiendo, tampoco estoy seguro de si los tejones toman leche, creo que son más de comer ardillas, pero después de gastarme cinco pavos en una jeringa, es lo que pensaba darle de comer, algo líquido. Lo que tengo claro, es que si el tejón hubiese estado vivo y lo hubiese curado, después lo habría llevado a un árbol donde sé que viven unas ardillas cabronas que tiran a sus colegas a la carretera y luego se piran.

Por cierto, el otro día vi como un cuervo metía la cabeza en una papelera y se iba volando con una bolsa de truños de perro, esta sí se veía que estaba llena. Yo pensé que estos animales eran increíblemente listos, o eso leí hace tiempo en algún lado, pero ir por ahí volando con bolsas de mierda no es de ser inteligente. Me hubiese gustado ver el momento en el que abre el regalo y se le llena el pico de “Purina Dog chow” calentito.

Y colorín colorado este cuento con un final de mierda se ha acabado.


 

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